Monday, August 14, 2006

Íntimos Desconhecidos ou "Dos monedas por tu placer"


Alguns ébrios têm o hábito de exagerar no sal para aumentar a sensação de prazer ao matar a sede com o álcool. Seguindo essa mesma lógica, ela permitia-se abusar das fantasias. Revivia em sua memória, incessantemente, o último ato daquela batalha, que tanto prazer lhe concedera. A crueza do toque, o odor de luxúria, a saliva suja dos detritos da carne, as canções latinas e as palavras vis ocupando o espaço-tempo do habitat dele.

Ao recordar as delícias daquela noite, gargalhou, em horas impróprias, nos dias que se seguiram, levantando suspeitas quanto a sua sanidade mental. Sentia-se como a pequena Alice da fábula, cujo mundo de fantasias se abria a qualquer instante, em qualquer lugar, bastando para tal evocar o nome dele. Em seus sonhos ele permitia-se ser tão tangível, que por muitas vezes, ao abusar do sal de fantasias, duvidara da existência real do homem que lhe deixara com hipertensão.

De fato, ele não fazia parte da dimensão de sua realidade cotidiana. Pouco ou nada sabia do dia-a-dia daquele homem, que, por sua vez, nem imaginava que mistérios reais ela escondia. Eram íntimos desconhecidos, vivendo em freqüente estado de ebulição em um universo paralelo. Não eram mais que fragmentos de fantasia que se encaixavam harmonicamente no subconsciente, preenchendo as lacunas mútuas. Que vazio ela estaria preenchendo? Ele lhe servia para o exercício cotidiano da poesia, para aplainar sua alma e...

- Estoy harta de tu rasa filosofía, mujer! Permítame escribir la historia de mi vida, pues tu poesía mata la verdad!


“Durante cuatro días sentí en mis genitalillas la dureza de la última batalla. Odié a aquél hijo de puta todas las veces que pensaba en sentarme. Pero después de curarme del ataque violento del predador, sentí ganas de volver inmediatamente para aquellos brazos, para hacerlo, una vez más, esclavo de mis peores deseos.

Sin embargo, el desgraciado se mantuvo lejos de mi veneno y se escondió durante diez días. Tuve que contentarme con mis manos durante siete días seguidos para no transbordar con mi río interior de lujuria. Finalmente, en la décima noche, él me llamó, con ganas de poseerme pronto.

Dominada por la rabia provocada por la longa espera, elegí las palabras cómo una artesana, y ejercité toda mi retórica para tenerlo dominado del otro lado de la línea telefónica. Y cómo un insecto preso a la lengua de la rana, él se entregó totalmente y gozó con fervor. Estaba dispuesta a hacerlo pagar con todas las monedas de su cuerpo por los daños que provocara en mi alma, ya que me ha obligado a esperar más tiempo que me intenso deseo de amante era capaz de soportar.

En el día siguiente, invadí su espacio, totalmente desnuda. Envolví sus ojos con un tejido negro, para que no pudiera defenderse de mi ataque. Bailé sobre su cuerpo cómo una culebra delante de un ratón. Le conduje hacia la pared, para ser poseída por él con toda la intensidad que mis entrañas podrían aguantar.

Mientras se ocupaba del ejercicio frenético de salir y entrar, entrar y salir, rellenaba mi mente de fantasías, imaginando hasta donde mi estimado experimento sería capaz de conducirme. Con todo aquel conocimiento, él tenía el deber de regalarme sensaciones que yo jamás había experimentado, pues ya había desvendado lo suficiente de mi carne para poseerla y hacerla ultrapasar sus límites.

Cómo una niña desprotegida, me entregué una vez más en aquel pecho, extasiada por el vino y por las fantasías. Me perdí en un gozo profundo, ultrapasando mis límites carnales, suavemente conducida por las manos de él. Con total conciencia de su poder, él me expulsó, con cordialidad, de su espacio, luego que reconquisté los sentidos. Ignorando mis reclames rabiosos, me invitó a salir de su hábitat, para volver al mundo real, donde Dolores es solamente un personaje de un cuento erótico”.

Dolores de Los Ángeles

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