Estimado Amante,

Cuando llegué a tus dominios, me recorriste con la mirada tantas veces, que sentí como si el tiempo no hubiese transcurrido desde nuestro último encuentro.

Contesté a tus hambrientas miradas con ávidos besos, ansiosos y húmedos, pero mis labios nada son ante tus ojos, cariño, que despiertan todos mis instintos, que devoran mi cuerpo, que se clavan y me hacen tan tuya.

Te ofrecí mis labios para tenerte a mi merced. Me encanta, querido, tenerte así, con sed de mis senos castos y rosados, esperando que me entregue en tus manos.

Leí para ti mis confesiones, mientras cenabas. Pero, en realidad, tenía ganas de olvidar las palabras escritas y tomarte para la práctica de nuestras fantasías. Creo que no tienes idea, hombre, de las dores que me provocas. Tú no sabías que mientras te ocupabas de la comida, mi pensamiento volaba para dentro de ti, que tan pronto aprendió a penetrar en las suaves profundidades de mi lugar más recóndito?

Me ahogué en un gemido profundo cuando me invadiste, y empezamos a bailar, mientras la música latinoamericana rellenaba el piso de pasión.
Desde mis pies comenzó a subir un temblor, y, al final, sentí que el deseo que me invadió llevaba grabado tu nombre, como una oración que me nubló la conciencia. Porque cuando estás en mi interior, estimado amante, yo tomo todo y te doy todo.

Has recorrido mis fantasías y conquistado cada rincón de mi geografía haciéndote dueño pero también esclavo de todos mis caprichos. Penetraste mi alma y te sentí, tan hondo, tan mío, que te deseé por toda la eternidad.

Te quiere y te desea,

Dolores